Cuba y Estados Unidos: Se recrudece el bloqueo

2004-05-12
En noviembre de 1805 Thomas Jefferson dijo al ministro inglés en Washington que Estados Unidos estaría dispuesto a una guerra con España para apoderarse de la Florida y de la isla de Cuba. Esa fue una de muchas gestiones emprendidas por el patricio para anexionarse el territorio cubano. Recomendó a Madison, su sucesor, que hiciese un pacto con Napoleón (entonces ocupante de España), para que le entregara Cuba a cambio de dejarle las manos libres para una expansión imperial francesa en América del Sur. Los hacendados cubanos, temerosos de una posible abolición de la esclavitud, formaron el Club de La Habana, que se reunía en casa del opulento Miguel Aldama, con el fin de promover la anexión a Estados Unidos. Pretendían repetir lo ocurrido en Tejas.
Son sólo antecedentes de la voracidad imperial que ha motivado el choque entre Cuba y Estados Unidos en los últimos cuarenta y cinco años. La identidad nacional se fue perfilando y profundizando a lo largo del siglo diecinueve y recibió un impulso decisivo con la obra y la prédica de José Martí. Pero los anexionistas no han cesado en su ambición de verse sometidos a una cultura y una lengua extrañas por algunos mendrugos de recompensa. Hoy, continúan en Miami, su tarea de subordinación.
En Cuba, el ataque al Moncada por un grupo de jóvenes revolucionarios influidos por las ideas martianas, marcó el inicio de la independencia definitiva. En 1961 el Presidente Kennedy, tras el fracaso de la invasión por Playa Girón, decretó lo que los norteamericanos llaman embargo y los cubanos, bloqueo. La Cuban American National Foundation fue la continuadora, en Miami, de los esfuerzos del Club de La Habana y los Aldama: la desaparición de la soberanía cubana y el sometimiento absoluto a Estados Unidos. Tienen dos grupos de apoyo en la Florida y New Jersey, pero sus contribuciones han mermado en los últimos tiempos. Una nueva generación de cubano-norteamericanos se muestra menos ansiosa de ejercer la venganza, de tomar represalias al retornar a un territorio que ya no consideran como suyo.
Las recientes medidas del gobierno de Bush de limitar las remesas, los encuentros familiares y los viajes a Cuba, de reducir el gasto posible de los visitantes aspiran a crear las condiciones para un colapso. Los gobiernos de México y España ya se han opuesto a este propósito injerencista.
Estas medidas no son nuevas. La CIA ha volcado millones de dólares en su tarea de subversión y sabotaje para derrocar al gobierno cubano. Muchos exiliados se han enriquecido con estas contribuciones de las cuales se han apropiado, en numerosas ocasiones, desviándolas de sus fines. En 1992 se promulgó la Cuban Democracy Act que prohíbe a negocios subsidiarios de compañías norteamericanas comerciar con Cuba. En 1996 la Ley Helms Burton otorgó el derecho a demandar judicialmente a inversionistas extranjeros que hiciesen uso dentro de Cuba de bienes nacionalizados. Sin embargo, en ese lapso las relaciones comerciales con China y Vietnam, países igualmente regidos por sistemas socialistas, se fueron normalizando con un ritmo creciente.
En Naciones Unidas cada año se somete el bloqueo a Cuba a una votación que siempre derrota el propósito anexionista de los exiliados. En 2001 el voto fue de 167 estados en contra y solamente tres a favor. Fuentes militares estadounidenses han declarado públicamente que Cuba no constituye un peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos. En la Organización de Estados Americanos, que fue bautizada alguna vez como el Ministerio de Colonias de Estados Unidos, treinta y dos estados se han opuesto al bloqueo. En 2002 un grupo de cuarenta y ocho ex senadores del Congreso de Estados Unidos hizo una declaración pública oponiéndose al embargo. Los estados norteamericanos productores de bienes agrícolas se han opuesto a la continuidad del inútil cerco contra Cuba, deseosos de continuar un incipiente comercio que les ha resultado sumamente ventajoso.
El gobierno de Bush, con el mismo manto simulador con el cual llevó la agresión a Irak para implantar la democracia y la libertad, dice oponerse a la dictadura cubana. No fue eso lo que impidió a Estados Unidos tener excelentes relaciones con Pinochet, Ferdinand Marcos, Mobutu, Suharto, Batista, Trujillo y Somoza. En Cuba el pueblo se muestra cada vez más unitario en torno a su gobierno y reconoce los extraordinarios avances en materia de salud, educación cultura y deportes, demostrables estadísticamente con cifras avaladas por organismos internacionales. La calidad promedio de la vida, hoy, pese a las restricciones del bloqueo, es muy superior a la que se tenía en el momento de la caída de la dictadura batistiana. Por ello estos nuevos obstáculos no impedirán continuar el camino que los cubanos decidieron otorgarse en 1959. Solamente una voluntad indestructible, como la de Fidel Castro, ha sabido soportar durante tantos años el embate persistente del imperio y evadir obstáculos resistiendo las consecuencias de esta guerra no declarada.
gotli2002@yahoo.com
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